Mujeres de la Biblia
Avigail es apreciada por su belleza y sabiduría, cualidades que ella mostró al salmista ungido rey de Israel.
Y en Maón
había un hombre que tenía su hacienda en el Carmelo, el cual era muy
rico, que tenía tres mil ovejas y mil cabras. Y aconteció hallarse
esquilando sus ovejas en el Carmelo. El nombre de aquel varón era Nabal,
y el nombre de su mujer, Abigail. Y era aquella mujer de buen
entendimiento y de buena gracia; mas el hombre era duro y de malos
hechos; y era del linaje de Kalev. Por qué una mujer bella e inteligente habría de casarse con un hombre indigno y necio, es un misterio que quizás sólo una mujer pueda explicar, y yo no lo soy… El contraste entre ella y su marido es destacado por el escritor en la introducción de la historia que la llevó a encontrar a David.
Y oyó David
en el desierto que Nabal esquilaba sus ovejas. Entonces envió David diez
siervos, y les dijo: «Subid al Carmelo, e id a Nabal, y saludadle en mi
nombre. Y decidle así: Que vivas y sea paz a ti, y paz áa tu familia, y
paz a todo cuanto tienes. También supe que tienes esquiladores. Ahora, a
los pastores tuyos que han estado con nosotros, nunca les hicimos fuerza,
ni les faltó algo en todo el tiempo que han estado en el Carmelo.
Pregunta a tus siervos, que ellos te lo dirán. Hallen por tanto estos
siervos gracia en tus ojos, pues que venimos en buen día: ruégote que
des lo que tuvieres a mano a tus siervos, y a tu hijo David». Y como
llegaron los siervos de David, dijeron a Nabal todas estas palabras en
nombre de David, y callaron. Y Nabal respondió a los siervos de David, y
dijo: «¿Quién es David? ¿y quién es el hijo de Yishai? Muchos siervos
hay hoy que se huyen de sus señores. ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi
agua, y mi víctima que he preparado para mis esquiladores, y la daré a
hombres que no sé de dónde son?» Y tornándose los siervos de David, se
volvieron por su camino, y vinieron y dijeron a David todas estas
palabras. Entonces David dijo a sus hombres: «Cíñase cada uno su espada».
Y ciñóse cada uno su espada; también David ciñó su espada; y subieron
tras David como cuatrocientos hombres, y dejaron doscientos con el
bagaje. Este evento tuvo lugar en el periodo en el cual David era un fugitivo con su propio ejército, aún siendo el rey ungido por el Profeta Samuel, porque Shaul todavía reinaba. En sus andanzas a través del desierto de Yehudah, David pide hospitalidad a Nabal, porque sus soldados habían protegido a los hombres de Nabal en una ocasión anterior. Nabal hace muestra de su estupidez, no sólo negando lo que había pedido David, sino recalcando que David era un forajido que se apartó de su rey. Un campesino con algunos siervos osa desafiar a un comandante de seiscientos guerreros! Nabal firmó su propia sentencia de muerte.
Y uno de los
siervos dió aviso a Abigail mujer de Nabal, diciendo: «He aquí David
envió mensajeros del desierto que saludasen a nuestro amo, y él los ha
zaherido. Mas aquellos hombres nos han sido muy buenos, y nunca nos han
hecho fuerza, ni ninguna cosa nos ha faltado en todo el tiempo que hemos
conversado con ellos, mientras hemos estado en el campo: nos han sido
por muro de día y de noche, todos los días que hemos estado con ellos
apacentando las ovejas. Ahora pues, entiende y mira lo que has de hacer,
porque el mal está del todo resuelto contra nuestro amo y contra toda su
casa: pues él es un hombre tan malo, que no hay quien pueda hablarle». La sabiduría de Avigail era reconocida por los siervos de Nabal. Éste joven, según los conceptos de la época, no debería haber ignorado la autoridad de su amo y contarle a su mujer lo que había sucedido, pero él sabía que ella era la única persona capaz de encontrar una solución al grave incidente causado por la idiotez de su amo. Aún cuando David había determinado la destrucción de toda la casa de Nabal y de sus propiedades, el siervo confiaba en que Avigail habría calmado la ira de David.
Entonces
Abigail tomó doscientos panes, y dos cueros de vino, y cinco ovejas
guisadas, y cinco medidas de grano tostado, y cien hilos de uvas pasas,
y doscientos panes de higos secos, y cargó todo en asnos; y
dijo a sus siervos: «Id delante de mí, que yo os seguiré luego». Y no
declaró nada a su marido Nabal. Y montándose sobre un asno descendió por
una parte secreta del monte, y he aquí David y los suyos que venían
frente a ella, y ella les fué al encuentro.
Y David había dicho: «Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste
tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto es
suyo; y él me ha vuelto mal por bien. Así haga Adonay, y así añada a los
enemigos de David, que de aquí á mañana no tengo de dejar de todo lo que
fuere suyo ni a un varón». Y como Abigail vió a David, descendió
prestamente del asno, y postrándose delante de David sobre su rostro, se
inclinó a tierra; y echándose a sus pies, dijo: «Señor mío, sobre mí sea
el pecado; mas ruégote hable tu sierva en tus oídos, y oye las palabras
de tu sierva. No ponga ahora mi señor su corazón en aquel hombre brusco,
en Nabal; porque conforme a su nombre, así es. Él se llama Nabal, y la
locura está con él; mas yo tu sierva no ví los siervos de mi señor, los
cuales tú enviaste. Ahora pues, señor mío, vive HaShem y vive tu
alma, que Adonay te ha impedido que vinieses a derramar sangre, y
vengarte por tu propia mano. Sean pues como Nabal tus enemigos, y todos
los que procuran mal contra mi señor. Y ahora esta bendición que tu
sierva ha traído a mi señor, dése a los siervos que siguen a mi señor. Y
yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues HaShem de cierto
hará casa firme a mi señor, por cuanto mi señor hace las guerras de
Adonay, y mal no se ha hallado en ti en tus días. Bien que alguien
se haya levantado a perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, el
alma de mi señor será ligada en el haz de los que viven con HaShem, tu
Elohim, y Él arrojará el alma de tus enemigos como de en medio de la
palma de una honda. Y acontecerá que cuando HaShem hiciere con mi señor
conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te mandare que seas
príncipe sobre Israel, entonces, señor mío, no te será esto en tropiezo
y turbación de corazón, el que hayas derramado sangre sin causa, o que
mi señor se haya vengado por sí mismo. Guárdese pues mi señor, y cuando
HaShem hiciere bien a mi señor, acuérdate de tu sierva».
Aquí encontramos
una mujer que rompe todas las reglas conformistas que enseña la
oficialidad religiosa: ella actúa de propia iniciativa, sin el permiso
de su marido, y lleva a cabo una acción que es exactamente lo contrario
de la voluntad de su marido. Ella usurpó su autoridad! Entonces, se presentó
ante David con humildad, y tomó sobre sí la
responsabilidad por “no haber visto a los mensajeros de David”…
¿Qué podría haber hecho contra la voluntad de su marido? ¿Habría dado
una contraorden? Ésto no es todo, sino que se atrevió a calificar a su
marido de necio!
Y dijo David
a Abigail: «Bendito sea HaShem, el Dios de Israel, que te envió para que
hoy me encontrases; y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me
has estorbado hoy el ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia
mano. Porque, vive HaShem, el Dios de Israel, que me ha defendido de
hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venirme al encuentro,
de aquí a mañana no le quedara a Nabal un varón». Y recibió David de su
mano lo que le había traído, y le dijo: «Sube en paz a tu casa, y mira
que he oído tu voz, y he tenido respeto de tu persona». La ira del valeroso guerrero fué calmada por el entendimiento de una mujer. El príncipe de Judá y de Israel hizo caso del consejo de esta mujer, y la alabó por su inteligencia. Le hizo saber que ella había apenas salvado la vida de todos los varones de la casa de Nabal – y a ella misma de ser tomada como parte del botín (aunque sabemos quién se la habría quedado para él…).
Y Abigail
vino a Nabal, y he aquí que él tenía banquete en su casa como banquete
de rey; y el corazón de Nabal estaba alegre en él, y estaba muy borracho;
por lo que ella no le declaró poco ni mucho, hasta que vino el día
siguiente.
Pero a la mañana, cuando el vino había salido de Nabal, le refirió su
mujer estas cosas; y se le amorteció el corazón, y se quedó como piedra.
Y pasados diez días Adonay hirió a Nabal, y murió. Y cuando David oyó
que Nabal era muerto, dijo:
«Bendito sea HaShem, que juzgó la causa de mi afrenta recibida de la
mano de Nabal, y ha preservado del mal a Su siervo; y HaShem ha tornado
la maldad de Nabal sobre su propia cabeza». Después envió David a hablar
a Abigail, para tomarla por su mujer. Y los siervos de David vinieron a
Abigail en el Carmelo, y hablaron con ella, diciendo:
«David nos ha enviado a ti, para tomarte por su mujer». Y ella se
levantó, e inclinó su rostro a tierra, diciendo: «He aquí tu sierva,
para que sea sierva que lave los pies de los siervos de mi señor».
Y levantándose luego Abigail con cinco mozas que la seguían, montóse en
un asno, y siguió los mensajeros de David, y fué su mujer.
Avigail, la
mujer desobediente, fué liberada de su marido, que fué castigado por su
mal comportamiento hacia David. Habiendo oído la noticia, David se
recuerda del consejo que ella le dió, bendiciendo a Dios por haberle
impedido de tomar venganza. La mujer le dejó tal impresión,
que la quiso como esposa – él de hecho “se recordó” de ella
como ella le había pedido, aún antes de que el Señor le hubiese dado el
reino!
Batsheva es generalmente considerada juntamente con David culpable por su falta. No obstante, las Escrituras no le atribuyen ningún pecado, sino sólo a David. Batsheva no era sólo una hermosa mujer, sino también fiel y entendida.
Y aconteció a
la vuelta de un año, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que
David envió a Yoav, y a sus siervos con él, y a todo Israel; y
destruyeron a los Ammonitas, y pusieron cerco a Rabba; mas David se
quedó en Yerushalayim. ¿Qué estaba haciendo David en su palacio, cuando todo su pueblo estaba en la guerra, y era su deber estar en el campo de batalla? Este no era el comportamiento típico del valeroso guerrero que él era! El gran combatiente que era alabado por su valor, siempre a la cabeza de ejércitos invencibles… Éste fué su primer error, que lo llevó a los siguientes. Él se quedó en casa, no porque se estuviera poniendo viejo y no fuera más hábil para la batalla, porque él aún combatió después de este evento y tuvo aún muchos hijos – por lo menos cinco con Batsheva (incluyendo el primogénito que murió, pues 1Crónicas 3:5 menciona cuatro) más aquellos de sus concubinas y de otras mujeres. Su fuerza no había disminuído. Él simplemente se concedió un poco de relax; ya había conquistado todo lo que había por conquistar, y Rabbah era una ciudad fácil de tomar y su presencia no era indispensable. Este evento debe haber ocurrido no más tarde de la mitad de su reinado, porque Shlomo era ya suficientemente adulto para ser rey cuando David murió. Así podemos suponer que David no debía tener más de cincuenta años.
Y sucedió que
levantándose David de su cama a la hora de la tarde, paseábase por el
terrado de la casa real, cuando vió desde el terrado una mujer que se
estaba lavando, la cual era muy hermosa.
Entonces, no
teniendo nada que hacer, él subió a la terraza de su casa para
contemplar la belleza del área circunstante... No sabemos cuánto
estaba lejos
Batsheva de la casa del rey, pero los hombres, y más uno como David,
podemos reconocer que una mujer es hermosa desde un punto distante –
aún cuando ya está oscureciendo. Generalmente se cree que ella se
estuviese bañando en el patio de su casa: ésto es muy improbable –
¿No habría David notado una tan encantadora vecina ya antes? ¿No habría
sabido que era la mujer de su leal soldado? Él ciertamente lo habría
sabido si ella hubiese vivido cerca de su palacio. Por lo tanto, ella
debía estar bañándose en una fuente natural lo suficientemente profunda
como para una inmersión, y debía ir hasta allí desde su casa con tal
propósito. Ella probablemente debía ir hasta esa fuente no justamente
para “lavarse”, lo que podía hacer en su casa sin el riesgo
de ser vista, sino para limpiarse de impureza ritual (v. 4). Éste es un precepto
de la Torah llamado mikveh,
que requiere que la mujer se sumerja completamente desnuda en
mayim hayim, o sea, agua corriente, para ser purificada. Si ella no
tenía una piscina adecuada en su casa (que debía ser llenada con agua
corriente), debía encontrar otro lugar. Ella no estaba haciéndose ver,
ni lo estaba tentando, sino que estaba cumpliendo con un acto debido y obedeciendo
a la Ley de Dios! También lo estaba haciendo al anochecer, quizás
después de la puesta del sol, para reducir la posibilidad de ser vista.
No se nos dice que estuviera sola, probablemente llevaba a una amiga que
vigilase.
Y envió David
a preguntar por aquella mujer, y dijéronle: Aquella es Bath-sheba, hija
de Eliam, mujer de Uriyah Hetheo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y
ella vino a él, él se acostó con ella. Purificóse luego ella de su
impureza, y se volvió a su casa.
Una vez que él
fué
informado sobre su identidad, que ella era la mujer de su leal soldado,
no impidió a su mente de ir más allá... Ella no lo había provocado! Era
él que no debía codiciar a una mujer casada, sino olvidarla. En cambio,
él ordenó que se la trajeran.
Y concibió la
mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: «Yo estoy encinta».
Entonces David envió a decir a Yoav: «Envíame a Uriyah Hetheo». Y Yoav
mandó Uriyah a David. Y como Uriyah vino a él, preguntóle David por la
salud de Yoav, y por la salud del pueblo, y asimismo de la guerra.
Después dijo David a Uriyah: «Desciende a tu casa, y lava tus pies». Y
saliendo Uriyah de casa del rey, vino tras de él comida real. Mas Uriyah
durmió a la puerta de la casa del rey con todos los siervos de su señor,
y no descendió a su casa. E hicieron saber esto a David, diciendo: «Uriyah
no ha descendido a su casa». Y dijo
David a Uriyah: «¿No has venido de camino? ¿por qué pues no descendiste
a tu casa?» Y Uriyah respondió a David, «El arca, e Israel y Judá, están
debajo de tiendas; y mi señor Yoav, y los siervos de mi señor sobre el
campo: ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir
con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal
cosa».
Cuando David
vino a saber que su aventura con Batsheva habría sido descubierta,
él tramó un plan para mantenerla secreta. Era por su honor, mas bien que
por el de ella, pues él era el rey y Uriyah uno de sus mejores guerreros.
Él no podía perder la dignidad; cuando era su deber estar en el campo de
batalla,
en cambio se estaba divirtiendo con la mujer de su soldado. Entonces
llamó a Uriyah y expresamente le mandó a “ir a su casa a lavar sus
pies” – no le estaba diciendo de ir a refrescarse y
descansar,
sino que ya hemos visto que el término pies es usado como un eufemismo:
David manda a Uriyah a tener relaciones sexuales con su mujer. Sin
embargo, Uriyah, el
Hitita, uno como Rahav y Ruth que se unió a Israel siendo nacido entre
los paganos, probó su lealtad hacia su rey y hacia Dios, y permaneció
con los siervos en el palacio del rey. El plan de David falló.
Y oyendo la
mujer de Uriyah que su marido Uriyah era muerto, hizo duelo por su
marido. Y pasado el luto, envió David y recogióla en su casa; y fué ella
su mujer, y le dió a luz un hijo. Mas esto que David había hecho, fué
desagradable a los ojos de HaShem. No era la intención de Batsheva llegar a ser reina. Fué la falta de David, que llegó a desearla tanto como para olvidar la Ley de Adonay, su unción, sus victorias y todas las cosas con las que había sido bendecido por haber sido un hombre según el corazón de Dios. David se arrepintió amargamente por el mal que había hecho, y se reconoció culpable delante del Señor, y encontramos la expresión poética de su arrepentimiento en las palabras del Salmo 51, del cual leemos algunos pasajes:
Ten
misericordia de mí, oh Elohim, conforme a tu benignidad: A pesar de la injusticia por la cual Batsheva llegó a ser la mujer del rey, ella fué recompensada en su vida: tuvo un marido fiel que perdió, pero después fué la reina de Israel, y madre del Rey Shlomoh, el heredero del trono de David.
El Rey David tenía una hermosa hija, cuyo nombre era Tamar. Ella también fué víctima de abuso como lo había sido su antecesora Tamar, y también en su caso se trató de incesto – aunque en una manera muy diferente. La humillación de Tamar no fué un incidente aislado, sino una consecuencia directa del mal comportamiento de David con Batsheva y el marido de ella.
Y sucedió
después de esto, que teniendo Avshalom hijo de David una hermana hermosa
que se llamaba Thamar, enamoróse de ella Amnón hijo de David. Y estaba
Amnón angustiado hasta enfermar, por Thamar su hermana; porque por ser
ella virgen, parecía a Amnón que sería cosa dificultosa hacerle algo.
Como ya sabemos,
el Rey
David tenía muchas mujeres. Amnón era su primogénito, de Achinoam Yizreelita (2Samuel 3:2; 1Crónicas
3:1), y legalmente era el heredero al trono. Avshalom y Tamar eran sus
hijos y de una princesa Aramea, muy probablemente dada a David como “garantía”
de lealtad por parte de su padre, a cambio de poder mantener su reino –
como usaban hacer los reyes para sellar una alianza, el rey más fuerte
tomaba una hija de su vasallo para asegurarse su perpetua lealtad.
Y Amnón tenía
un amigo que se llamaba Yehonadav, hijo de Sima, hermano de David; y era
Yehonadav hombre muy astuto. Y éste le dijo: «Hijo del rey, ¿por qué de
día en día vas así enflaqueciendo? ¿no me lo descubrirás á mí?» Y Amnón
le respondió: «Yo amo a Thamar la hermana de Avshalom mi hermano». Amnón parece un niño mimado, que actúa como un adolescente, y que piensa como un adolescente. Su definición de amor es la de una persona inmadura. Hay una gran diferencia entre amar con un amor genuino, que viene del espíritu, y enamorarse, que proviene de la pasión y el deseo. Él no puede admitir que Tamar es su hermana, sino sólo la “hermana de Avshalom” – aunque Avshalom es su hermano. En la mente de Amnón, Avshalom es el hijo de su padre, pero Tamar es la hija de la madre de Avshalom.
Acostóse pues
Amnón, y fingió que estaba enfermo, y vino el rey a visitarle, y dijo
Amnón al rey: «Yo te ruego que venga mi hermana Thamar, y haga delante
de mí dos hojuelas, que coma yo de su mano». Y David envió a Thamar a su
casa, diciendo: «Ve ahora a casa de Amnón tu hermano, y hazle de comer».
Y fué Thamar a casa de su hermano Amnón, el cual estaba acostado; y tomó
harina, y amasó e hizo hojuelas delante de él, y aderezólas. Tomó luego
la sartén, y sacólas delante de él, mas él no quiso comer. Y dijo Amnón: «Echad
fuera de aquí a todos». Y todos se salieron de allí. Entonces Amnón dijo
a Thamar: «Trae la comida á la alcoba, para que yo coma de tu mano». Y
tomando Thamar las hojuelas que había aderezado, las llevó a su hermano
Amnón a la alcoba.
Y como ella se las puso delante para que comiese, él trabó de ella,
diciéndole: «Ven, hermana mía, acuéstate conmigo». Ella entonces le
respondió: «No, hermano mío, no me hagas fuerza; porque no se ha de
hacer así en Israel. No hagas tal locura. Porque, ¿dónde iría yo con mi
deshonra? Y aun tú serías estimado como uno de los necios en Israel.
Ruégote pues ahora que hables al rey, que no me negará a ti».
Amnón llevó a
cabo su plan, como le había sugerido su astuto primo (la misma
persona que después anunciaría la muerte de Amnón al Rey – v. 32-33).
No obstante, Amnón logró involucrar a David, al menos en obtener su
permiso para que Tamar viniese a su casa. Se podría suponer que David
debía haber entendido las intenciones de Amnón, o por lo menos sus
sentimientos hacia su hermana, en base a las palabras usadas en el texto
para la expresión “haga
delante de mí dos hojuelas”:
los términos hebreos usados aquí para
“hacer” y “hojuelas” están ambos relacionados con la
palabra “corazón” (lev),
significando lo siguiente: el verbo lavav propiamente quiere
decir “estar dentro”, por implicación “abrir el corazón”, o
sea, “transportado por el amor”, y también significa “hacer
hojuelas”; luego el término lavyivot, plural de
lavyivah, en su sentido original es grosura, luego “torta
frita”. Por lo tanto, aparece implícito que Amnón pidió específicamente
un tipo de “tortas de amor” como medicina para su enfermedad. David
no parece muy interesado en los sentimientos de sus hijos, de otra
manera habría notado que el deseo de Amnón por Tamar era algo más que
amor fraternal. Estaba muy ocupado con los asuntos del Reino y con sus
muchas mujeres para ocuparse también de sus numerosos hijos. Y David
mandó a su hija a la casa de Amnón, para que le cocinase como él había
pedido.
Mas él no la
quiso oir; antes pudiendo más que ella la forzó, y echóse con ella.
Aborrecióla luego Amnón de tan grande aborrecimiento, que el odio con
que la odió fué mayor que el amor con que la había amado. Y le dijo
Amnón: «Levántate y vete». Y ella le respondió: «No es razón; mayor mal
es éste de echarme, que el que me has hecho». Mas él no la quiso oir.
Antes llamando su criado que le servía dijo: «Echame ésta allá fuera, y
tras ella cierra la puerta».
Amnón estaba
obsesionado, y la violó. Es evidente qué tipo de “amor” él sentía
por ella, que la odió después de haberla humillado sexualmente. Eso no
era amor, sino pura lascivia. Aquí no estamos interesados en los
aspectos psicológicos del comportamiento de Amnón, por qué la odió más
de cuanto la había deseado, porque nos interesa Tamar; por lo tanto no
trataremos las posibles razones de esta reacción.
Y tenía ella
sobre sí una ropa de colores, traje que las hijas vírgenes de los reyes
vestían. La echó pues fuera el criado de Amnón, y cerró la puerta tras
ella. Entonces Thamar tomó ceniza, y se la esparció sobre su cabeza, y
rasgó su ropa de colores de que estaba vestida, y puestas sus manos
sobre su cabeza,se fué gritando. Y su hermano Avshalom le dijo: «¿Ha
estado contigo tu hermano Amnón? Pues calla ahora, hermana mía; tu
hermano es; no pongas tu corazón en este asunto». Y se quedó Thamar
desconsolada en casa de Avshalom su hermano. Y cuando el rey David oyó
todo esto, fué muy enojado.
Tamar tuvo un
correspondiente masculino en la historia, que fué también una víctima
inocente como ella: Yosef.
Parece que la
única persona que realmente había entendido todo desde el principio era Avshalom,
porque cuando vió a su hermana, él le preguntó “¿Ha estado contigo tu
hermano Amnón?”. Ya sabemos cómo terminó esta historia, que Avshalom
se comportó como un verdadero hombre y vengó a su hermana, matando al
vil Amnón. Cuando David supo lo que había pasado “fué muy enojado”,
pero no se nos dice si hizo algo para castigar a Amnón. Probablemente
dejó este asunto en manos del Señor, pues nadie mejor que él sabía que
Elohim no dejaría a nadie sin su castigo. Pero Avshalom consideró la
inacción de David como injusticia, de hecho, es de esto que acusó a su
padre cuando se
rebeló contra él:
Esta
es otra mujer cuyo nombre no es mencionado, aunque era una
persona importante en su ciudad. Ella vivió en un periodo muy duro para Israel,
gobernado por monarcas inicuos que se habían apartado de la Ley – el
Reino de
Israel se había separado de Jerusalem y del Templo, y la autoridad de
Elohim era representada por Su Profeta.
Y
aconteció también que un día pasaba Eliseo por Shunem; y había allí una
mujer principal, la cual le invitó a que comiese del pan: y cuando por
allí pasaba, venía a su casa a comer del pan. Y ella dijo a su marido: «He
aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es
santo varón de Elohim.
Yo te ruego que hagas una pequeña cámara de paredes, y pongamos en ella
cama, y mesa, y silla, y candelero, para que cuando viniere a nosotros,
se recoja en ella». Y aconteció que un día vino él por allí, y recogióse
en aquella cámara, y durmió en ella. Entonces dijo a Gehazi su siervo: «Llama
a esta Sunamita». Y como él la llamó, vino ella delante de él. Y dijo él
a Gehazi: «Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo
este esmero: ¿qué quieres que haga por ti? ¿has menester que hable por
ti al rey, o al general del ejército?» Y ella respondió: «Yo habito en
medio de mi pueblo».
Esta mujer es
llamada “importante”, significando que ella pertenecía a la
nobleza de su país. Parece ser que el Profeta Elisha no se identificaba
a sí mismo mientras viajaba, y no era tan notorio como el Profeta Eliyahu,
que era rápidamente reconocido por su aspecto extravagante. Ésta mujer
tenía conocimiento espiritual – ese tipo de conocimiento que es exclusivo
de las mujeres – por el cual ella entendió que Elisha era un santo
varón. Ella creía en el verdadero Dios en un Reino que ya no Lo adoraba
más desde su
separación de Judah, y ella consideraba que era una bendición para su
casa dar hospitalidad a éste hombre de Dios itinerante y a su siervo.
Y él dijo:
«¿Qué pues haremos por ella?» Y Gehazi respondió: «He aquí ella no tiene
hijo, y su marido es viejo». Dijo entonces: «Llámala». Y él la llamó, y
ella se paró a la puerta. Y él le dijo: «A este tiempo según el tiempo
de la vida, abrazarás un hijo». Y ella dijo: «No, señor mío, varón de
Elohim, no hagas burla de tu sierva». Mas la mujer concibió, y dió a luz
un hijo en aquel tiempo que Eliseo le había dicho, según el tiempo de la
vida. No la podemos culpar por su incredulidad; también su antecesora Sarah se rió cuando Elohim le anunció el nacimiento de Yitzhak. No tener hijos en el antiguo Israel era un problema muy serio, y para una mujer estéril era increíble poder llegar a ser madre, aún cuando le fuese dicho por un Profeta. Ella probablemente era aún joven, pero aparentemente se casó con un hombre mucho mayor que ella, pues el siervo recalcó la edad del marido.
Y como el niño
fué grande, aconteció que un día salió con su padre, a los segadores. Y
dijo a su padre: «Mi cabeza, mi cabeza!» Y él dijo a un siervo: «Llévalo
a su madre». Y habiéndole él tomado, y traído a su madre, estuvo sentado
sobre sus rodillas hasta medio día, y murió. Ella entonces subió, y lo
puso sobre la cama del varón de Elohim, y cerrándole la puerta, salió.
Llamando luego a su marido, le dijo: «Te ruego que envíes conmigo a
alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al
varón de Elohim, y vuelva». Y él dijo: «¿Para qué has de ir a él hoy? No
es nueva luna, ni Shabbat». Y ella respondió: «Shalom». Después
hizo ensillar un asna, y dijo al mozo: «Guía y anda; y no me hagas
detener para que suba, sino cuando yo te lo dijere». Partió pues, y vino
al varón de Elohim al monte del Carmelo. Y cuando el varón de Elohim la
vió de lejos, dijo a su siervoo Gehazi: «He aquí la Sunamita. Ve ahora
corriendo a recibirla, y dile: ¿Tienes paz? ¿y tu marido, y tu hijo?» Y
ella dijo: «Shalom». Y luego que llegó al varón de Elohim en el monte,
asió de sus pies. Y llegóse Gehazi para quitarla; mas el varón de Elohim
le dijo: «Déjala, porque su alma está en amargura, y Adonay me ha
encubierto el motivo, y no me lo ha revelado». Y ella dijo: «¿Pedí yo
hijo a mi señor? ¿No dije yo, que no me burlases?» Entonces dijo él a Gehazi: «Ciñe
tus lomos, y toma mi bordón en tu mano, y ve; y si alguno te encontrare,
no lo saludes; y si alguno te saludare, no le respondas: y pondrás mi
bordón sobre el rostro del niño». Y dijo la madre del niño: «Vive
HaShem, y vive tu alma, que no te dejaré». El entonces se levantó, y la
siguió.
Su hijo aparentemente murió por una insolación. El hijo que ella tanto
había deseado pero que no pidió en cambio de su hospitalidad: «¿Pedí
yo hijo a mi señor? ¿No dije yo, que no me burlases?». Puede parecer
un reproche, pero de hecho ésta vez sí era un pedido, como si hubiese
dicho: “Tú me has concedido de tener un hijo, ahora deberás proveer para
que este milagro no haya sido en vano”; era una declaración de fé
mas bien que un reproche. De hecho, cuando su hijo murió, ella no lo
preparó para un funeral, sino para una resurrección. Ella sabía perfectamente
lo que estaba haciendo:
ésta mujer seguramente había oído acerca del Profeta Eliyahu, a quien
sucedió Elisha, y de su milagro cuando era huésped de la viuda de Tzarefat:
Y habló Eliseo a aquella mujer a cuyo hijo había hecho vivir, diciendo:
«Levántate, vete tú y toda tu casa a vivir donde pudieres; porque Adonay
ha llamado el hambre, la cual vendrá también sobre la tierra siete años».
Entonces la mujer se levantó, e hizo como el varón de Elohim le dijo; y
partió ella con su familia, y vivió en tierra de los Filisteos siete
años. Y como fueron pasados los siete años, la mujer volvió de la tierra
de los Filisteos; y después salió para reclamar al rey por su casa, y
por sus tierras. Y había el rey hablado con Gehazi, siervo del varón de
Elohim, diciéndole: «Te ruego que me cuentes todas las maravillas que ha
hecho Eliseo». Y contando él al rey cómo había hecho vivir a un muerto,
he aquí la mujer, a cuyo hijo había hecho vivir, que reclamaba al rey
por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Gehazi: «Rey señor mío,
esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir». Y
preguntando el rey a la mujer, ella se lo contó. Entonces el rey le dió
un eunuco, diciéndole: «Hazle volver todas las cosas que eran suyas, y
todos los frutos de la tierras desde el día que dejó el país hasta ahora». Esta mujer noble de Shunem adquirió una consideración privilegiada por el Profeta, que le advirtió de refugiarse en otro país por causa de la inminente carestía. Y ella creyó al Profeta e hizo com él le dijo, y no perdió nada: al contrario, incluso un mal rey como Yehoram le devolvió no sólo sus posesiones, sino también lo que éstas habían producido durante los siete años que ella estuvo en el extranjero.
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